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jueves, 12 de agosto de 2010

25 años educando pequeños. Para festejar.


En el día de hoy el Jardín de Infantes Nº 93 Amanda Arias de Clotet de la ciudad de Coronda festejó los primeros 25 años de funcionamiento. Con un acto muy emotivo, con mucha participación y visitas de todos los tiempos. Felicitaciones a todo el equipo de trabajo, a los que lucharon en sus inicios, al personal docente, no docente, a los niños e infantes que por allí pasaron, hay mucho futuro para seguir trabajando. Así es el mejor modo de honrar una herencia tan importante como la dejada por Amanda Arias de Clotet.

Un regalo para pensar en la importancia de la educación de nuestros pequeños:


Casi todo lo que en realidad necesito saber sobre cómo vivir, qué hacer y cómo ser, lo aprendí en el jardín de niños.
La sabiduría no estaba en la cumbre de la montaña universitaria, sino ahí, en la caja llena de arena.
En el jardín de niños aprendí todo esto: a compartirlo todo, a jugar sin hacer trampa, a no golpear a la gente, a poner las cosas en el sitio de donde las ha tomado uno, a limpiar lo que uno mismo ensucia, a no tomar nada que no nos pertenezca, a pedir disculpas cuando se ha lastimado a alguien, a lavarme las manos antes de comer, a llevar una vida armoniosa, a aprender algo, y pensar algo, y a dibujar, cantar, bailar, jugar y trabajar un poco cada día.

Hay que dormir la siesta. Cuando salimos al mundo, debemos tener cuidado con el tráfico, tomarnos de la mano y permanecer juntos.

Hay que observar lo maravilloso, como la semillita en el vaso de plástico: las raíces crecen hacia abajo y la planta hacia arriba, y en realidad nadie sabe por qué, pero todos somos así.
Los peces de colores, los hámsters, las ratas blancas y hasta la semillita en el vaso de plástico, todos mueren. Nosotros también.


Recuerdo que aprendí a observar.
Todo lo que se debe saber está a la vista, en alguna parte: la regla de oro, "trata a tus semejantes como quisieras que te traten a ti";
también el amor y la higiene; y la ecología, la política y la vida sensata.

¡Cuánto mejor sería el mundo si todos pudieramos cada tarde comer a la misma hora, y acostarnos después a dormir la siesta, bien tapados con frazadas!
Y si en todas las naciones se observara la norma básica de poner siempre las cosas en su lugar, y limpiar lo que hemos ensuciado.
Esto sigue siendo verdad, cualquiera que sea nuestra edad cronológica: que al salir al mundo más nos vale tomarnos de la mano y permanecer juntos, así lo hice en el jardín de niños y siempre estuve protegido.

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