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viernes, 20 de abril de 2012

Polémico, a veces un tanto impredecible, el legislador, escritor, jurista y docente socialista Alfredo Lorenzo Palacios fue un ferviente defensor de los trabajadores. Su figura política intachable lo convirtió en una de las personalidades más reconocidas y respetadas de la Argentina durante el siglo XX.

Alfredo Palacios fue uno de los más populares dirigentes sindicalistas del país. 
La legislación del trabajo debe mucho a su acción y su estudio. 
El 2 de mayo, el joven abogado Alfredo Lorenzo Palacios asume su banca de legislador 
por el Partido Socialista en el Congreso Nacional.

LUCHADOR POR LA JUSTICIA SOCIAL :Con su bigote enhiesto, un mechón de cabello rebelde cayéndole sobre la amplia frente, su poncho de vicuña sobre el hombro y su chambergo mosqueteril, Alfredo Lorenzo Palacios fue considerado un referente moral ineludible para la política argentina del siglo XX. Luchó contra la injusticia social. Defendió la libertad y la dignidad humana. Se opuso al peronismo y a las torturas que éste infligía a los opositores, por lo que fue perseguido y debió partir al exilio.

Nunca transigió en sus principios e ideales, ganándose el cariño del pueblo y el respeto de los que no compartían su pensamiento. Palacios nació el 10 de agosto de 1880 Buenos Aires. Estudió en la Facultad Derecho de la Universidad de Buenos (UBA) a la que escandalizó con su tesis doctoral:


 La miseria, situación de las clase trabajadora, la cual fue rechazada.

LOS PRIMEROS PASOS LEGISLATIVOS 
En 1904, siendo muy joven, al ganar en la circunscripción de La Boca, y convertirse así en el primer diputado socialista de América llevó a su amigo Florencio Sánchez  a decir: «La Boca ya tiene dientes». Fue responsable de la sanción de las primeras leyes que regularon el trabajo femenino e  infantil; logró el descanso dominical suya la famosa Ley de la Silla, que procuraba un asiento para el personal en los lugar de trabajo, especialmente para las mujeres embarazadas. Muchos de sus proyectos aprobados en el Congreso fueron aprobados y convertidos en leyes, sin reconocerle crédito alguno por el peronismo.

A poco de asumir su banca interpeló al ministro Joaquín V. González por la  represión policial contra los trabajadores  en la jornada del 1 de mayo de 1904. Interpelaba así al que había sido su admirado maestro en la Facultad y al ministro cuya iniciativa había podido ocupar un escaño en el Congreso. Se lo respetaba porque en sus denuncias fundamentadas de injusticias social de las libertades públicas conculcadas nunca descendía al agravio personal o la pulla ofensiva. Orador fogoso, siempre actuó como un caballero.

ILUSTRE PROFESOR UNIVERSITARIO : 
Su carrera docente tuvo una larga y honrosa trayectoria, pero en 1910 otra vez rozaría el escandalo. Al ser nombrado profesor de Historia de las Instituciones resultó inadmisible, por ese entonces, que un socialista dictara cátedra en la Facultad. Por ello renunciaron figuras de notable prestigio. Llegaría a ser decano de la UBA en 1930. Ya en 1916 había creado la cátedra de Legislación del Trabajo en la Facultad de Ciencias Económicas de Buenos Aires.

También fue profesor en la Universidad Nacional de La Plata, de la cual fue decano en 1925. El régimen peronista lo separó de las aulas, pero fue restituido por la Revolución Libertadora en 1955. Su férrea independencia de carácter se vio acentuada aún más en 1915 cuando Palacios aceptó batirse a duelo. Esto estaba reñido con el reglamento del Partido Socialista. En un gesto inusual renunció al partido y a su banca. Luego, Palacios crearía el Partido Socialista Argentino. Quince años después se reconciliaría con su viejo partido, siendo su candidato en las elecciones de 1931, lo que le permitió ocupar su escaño en el Senado. La carrera legislativa fue notable: diputado entre 1904-1908, luego entre 1912-1916 y finalmente, entre 1963-1965.

FUERTE OPOSITOR A LOS GOBIERNOS DICTATORIALES: 
Fue un fuerte oponente al radicalismo cuando éste tenía el poder, pero denunció, tras el derrocamiento de Yrigoyen, las arbitrariedades del gobierno militar de Uriburu. Combatió la posición neutralista argentina durante la Segunda Guerra mundial; estuvo de parte de los aliados. Duro crítico del gobierno de Perón por el avasallamiento de las libertades individuales y la demagogia del régimen, Palacios debió exiliarse hasta 1955.

Con la misma fuerza denunció las arbitrariedades cometidas, posteriormente, contra los partidarios del gobierno derrocado. El político ocupó una banca en el Senado en tres períodos: 1932-1935; 1935-1943 y 1961-1963. Caído Perón, Alfredo Palacios fue nombrado embajador ante el Uruguay.

En 1957 fue convencional para la reforma de la Constitución. Iconoclasta hasta el último hálito, antes de morir, Palacios transgredió otro dogma socialista al recibir la absolución y el sacramento de la extremaunción.

EL ULTIMO ROMÁNTICO DE LA POLÍTICA ARGENTINA: 
Socialista de férreos principios, eligió sin embargo, entre sus amigos más queridos al poeta Leopoldo Lugones y Joaquín V. González, ubicados en las antípodas de su pensamiento político. Se mezcló en el ambiente teatral porteño con bohemios y actores como el genial humorista Florencio Parravicini. Eximio bailarín de tango entreverado con compadritos del bajo, también incursionó como aeronauta con Jorge Newbery.

Al ser designado embajador en el Uruguay por el presidente Lonardi, infringió reiteradamente el protocolo establecido, burlándose de la etiqueta. Anticlerical, como todo buen socialista, fue sin embargo amigo pernal de sacerdotes a los que recibió y alentó. Cuando agonizaba, en marzo de 1965, lo asistió espiritualmente amigo personal, el teniente coronel capellán (RE) Amando González Paz, juntos rezaron a la Virgen de Luján (de la que Palacios era devoto) y luego recibió la extremaunción.

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