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martes, 1 de mayo de 2012

 Una jornada de lucha reivindicativa

Todo comenzó a fines de abril de 1886, cuando un grupo de obreros anarquistas lanzó en Chicago una campaña para lograr la jornada de ocho horas, cuando se trabajaban 14 y a veces más.
No había límites para la explotación y, como lógica contrapartida, tampoco los había para la utopía de los dueños de nada que querían dar vuelta un mundo que ya estaba patas para arriba. El primero de mayo convocaron a una gran manifestación, allí estaban los obreros con sus mujeres y sus hijos, para ellos querían las ocho horas, para poder estar con su familia, para poder ver crecer a su hijos, para terminar con el oprobio de llegar con todo el cansancio en el cuerpo a sus casas, ver dormir a sus hijos y levantarse a las pocas horas para volver a la fábrica, para leer y formarse, para poder compartir la vida y los sueños con sus mujeres.

Pero sus justos reclamos fueron violentamente reprimidos por la policía y quedaron tendidos sobre el empedrado dos trabajadores muertos. Tres días después se convocó a otra marcha y esta vez la represión fue peor. En medio de la confusión alguien arrojó una bomba y murieron varios uniformados.

El agresor nunca pudo ser identificado y se sospechó que pudo tratarse de un provocador de la patronal. Se desató inmediatamente la furia policial y en pocos minutos los muertos obreros se contaban por decenas. El saldo final fue de ochenta trabajadores fallecidos y doscientos heridos. Desde el poder se lanzó la "caza del anarquista" y así fueron detenidos ocho dirigentes sindicales: Adolph Fisher, Augusto Spies, Albert Parsons, George Engel, Louis Lingg, Michael Schwab, Samuel Fielden y Oscar Neebe. Tras un breve y parcial proceso, los cuatro primeros fueron ahorcados el 11 de noviembre de de 1886.
Poco antes de morir, George Engel, que había nacido en Alemania hacía 50 años, alcanzó a decir ante el tribunal: "¿En qué consiste mi crimen? En que he trabajado por el establecimiento de un sistema social donde sea imposible que mientras unos amontonan millones otros caen en la degradación y la miseria. Así como el agua y el aire son libres para todos, así la tierra y las invenciones de los hombres de ciencia deben ser utilizadas en beneficio de todos. Vuestras leyes están en oposición con las de la naturaleza, y mediante ellas robáis a las masas el derecho a la vida, la libertad, el bienestar". Lingg se suicidó en su celda. Michael Schwab y Samuel Fielden fueron condenados a prisión perpetua y Oscar Neebe a 15 años de reclusión. Siete años más tarde los detenidos fueron indultados por el gobernador del estado de Illinois. En 1889, la Conferencia Internacional de Trabajadores, reunida en París, acordó fijar el 1ø de mayo de cada año como el día de los trabajadores, una jornada que deberá ser de lucha y recuerdo de sus compañeros, de aquellos "mártires de Chicago".
Al año siguiente, los representantes del incipiente movimiento obrero argentino se reunieron en el Prado Español y decidieron conmemorar en adelante el 1ø de mayo en nuestro país. Entre 1880 y 1901 se multiplicaron las sociedades de resistencias, se fundaron numerosos gremios como el de los panaderos, aquellos que estigmatizaban a los curas y a los militares desde algo tan cotidiano y masivo como las facturas, bautizándolas con nombres como "sacramentos", "bolas de fraile", "vigilantes", "cañoncitos", "bombas de crema" y "suspiros de monja".
Floreció la prensa obrera con sus dos grandes exponentes La Vanguardia, el periódico socialista fundado en 1894 y La Protesta, la voz de los anarquistas que comenzó a editarse en 1897, un año después que Juan Bautista Justo fundara el Partido Socialista. La idea de una central única de trabajadores se concretó en mayo de 1901 con la creación de la Federación Obrera Argentina, la FOA, que nucleaba a la mayoría de los gremios del país. En aquel año recordaba un militante obrero: "..la manifestación obrera conmemorativa del 1ø de Mayo fue disuelta en Buenos Aires por la policía a sablazos, produciéndose el tumulto consiguiente".

El gobierno conservador del general Roca comenzó a preocuparse y promovió la aprobación de un proyecto de ley presentado en 1899 por el inspirado senador Miguel Cané. El 22 de noviembre de 1902, la iniciativa del autor de Juvenilia quedó convertida en la ley 4144, conocida como "de Residencia". Contrariando hasta el Preámbulo de nuestra Constitución Nacional, permitía la expulsión hacia sus países de origen de los extranjeros llamados "indeseables", es decir, militantes sindicales y sociales.
En la mayoría de los casos, el "agitador" extranjero expulsado a su país de origen, al llegar a su destino, era condenado a muerte o a cadena perpetua, porque seguramente había emigrado a la Argentina huyendo de las persecuciones y atraído por la promesa de libertad declamada hasta el cansancio por los sucesivos gobiernos patrios. Ante esta grave situación, el gremio de los marítimos armó una pequeña línea de barquitos a la que llamó "Flotilla Libertaria", que recorría permanentemente el Río de la Plata entre los puertos de Buenos Aires y Montevideo para rescatar a los deportados que lograban arrojarse al agua desde los barcos. La Flotilla Libertaria logró rescatar en aquellos años a centenares de militantes que se reintegraron a la lucha.

Las condiciones miserables de vida continuaron y se agravaron y, pese a la represiva ley 4144, el movimiento obrero reaccionó enérgicamente y decretó a principios de noviembre de 1902, a través de la FOA, la primera huelga general de la historia argentina.
La primera década del siglo XX estuvo marcada por la acción sindical anarquista y la acción política del socialismo. Por aquellos años las ideas brotaban como de un manantial que se expresaba en el notable crecimiento de la difusión de los periódicos anarcosindicalistas, la fundación de bibliotecas y de las "Escuelas Modernas" que refutaban los conceptos y los contenidos de la educación oficial y capitalista; las huelgas generales y las grandes movilizaciones obreras. La rebelión en el "Granero del Mundo" parecía imparable.
El acto del 1ero de mayo de 1905 se realizó frente al Teatro Colón y mientras estaban haciendo uso de la palabra los oradores, el gobierno lanzó un escuadrón de 120 policías a caballo, los famosos "cosacos", contra la multitud, mientras que un escuadrón de bomberos policiales la atacó por otro frente. Sobre la plaza Lavalle quedaron tendidos cuatro muertos y más de cincuenta heridos. Los detenidos se contaron por centenas.
La lucha seguiría manteniendo en alto la dignidad de la clase trabajadora a pesar de la represión y las masacres que sobrevendrían como la de la Semana Trágica, la de la Patagonia, la de los quebrachales, la de Napalpí en el Chaco y tantas otras.



Solamente hay tres fotos de ella. Fue la primera mujer oradora en una concentración obrera, un 1° de mayo de 1890. Se atrevió a proclamar que la mujer no debía estar atada ni a un dios, ni a un patrón ni a un marido. Se animó a escribir en un diario, denunciando la explotación del trabajador. Y también a pelearse con la policia, a pesar de las balas y la celda, siempre hambrientas de obreros. Denunció la muerte del primer trabajador muerto por hacer una huelga: fue en Rosario, pero vendrían otros y ella lo sabía.
Por ser lo que era, fue reprimida, encarcelada y desterrada, a pesar de ser argentina.
Se llamó Virginia Bolten, y vivió en Barrio Refinería por 15 años trabajando de zapatera y de obrera del azúcar.
Murió en Montevideo, hoy pocos la recuerdan.
Sólo tres fotos.
Desde el Museo, este 1° de mayo y 122 años después, humildemente tratamos de revertir ese olvido.

El redactor del Arbeiter Zeitung Fischer corrió a su periódico donde redacta una proclama (que luego se utilizaría como principal prueba acusatoria en el juicio que le llevó a la horca) imprimiendo 25.000 octavillas. La proclama decía:
Trabajadores: la guerra de clases ha comenzado. Ayer, frente a la fábrica McCormik, se fusiló a los obreros. ¡Su sangre pide venganza! ¿Quién podrá dudar ya que los chacales que nos gobiernan están ávidos de sangre trabajadora? Pero los trabajadores no son un rebaño de carneros. ¡Al terror blanco respondamos con el terror rojo! Es preferible la muerte que la miseria. Si se fusila a los trabajadores, respondamos de tal manera que los amos lo recuerden por mucho tiempo. Es la necesidad lo que nos hace gritar: ¡A las armas!. Ayer, las mujeres y los hijos de los pobres lloraban a sus maridos y a sus padres fusilados, en tanto que en los palacios de los ricos se llenaban vasos de vino costosos y se bebía a la salud de los bandidos del orden... ¡Secad vuestras lágrimas, los que sufrís! ¡Tened coraje, esclavos! ¡Levantaos!.

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