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sábado, 24 de marzo de 2012


Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia


Te han sitiado corazón y esperan tu renuncia, los únicos vencidos corazón, son los que no luchan. No los dejes corazón que maten la alegría, remienda con un sueño corazón, tus alas malheridas. No te entregues corazón libre, no te entregues. No te entregues corazón libre, no te entregues.
Rafael Amor

A los 36 años del Golpe de estado de 1976, como Juventud del Partido Socialista rememoramos este hecho histórico que nos permite pensar y reflexionar sobre los desafíos de la democracia.
El 24 de marzo de 1976 las Fuerzas Armadas depusieron a María Estela Martínez de Perón, suprimiendo así, el Estado de Derecho de ese momento. Cabe aclarar que las Fuerzas Armadas forman parte del aparato represivo del estado que se encarga de organizar la violencia legítima, pero con este Golpe de Estado ese aparato represivo se hace cargo del conjunto de las instituciones estatales pasando a ser una nueva forma de Estado, autodenominándose Proceso de Reorganización Nacional. Este nuevo modelo trata de organizar autoritariamente a la sociedad civil en su conjunto, a través de medidas de carácter económico, político y social, siendo la represión uno de sus pilares fundamentales como práctica de exterminio de todos aquellos sujetos subversivos, compuesto no solo por militantes de organizaciones armadas sino también por todo el espectro político que se oponía al proyecto militar. Este último mecanismo clandestino y sistemático incluía cuatro etapas: secuestro, tortura, detención y ejecución, culminando en la desaparición de la persona. Por desaparecido se entiende a las personas secuestradas, de cuyo paradero no se tuvo luego noticia cierta, y que en la mayoría de los casos fueron asesinadas. El campo de concentración constituye una realidad “irreal” para el sujeto secuestrado. La sensación de irrealidad proviene de dos factores, en primer lugar, la legalidad y el derecho, que rigen aunque sea parcialmente en el mundo cotidiano, pasan a desaparecer, y en segundo lugar la arbitrariedad y la falta de racionalidad comprensible son elementos que ayudan a esta sensación de irrealidad. Pese a todos los mecanismos de negación que se puedan desplegar, cada persona sabe, siente, intuye o sospecha que es una especie de muerto que camina. A todo esto se suma la cotidianidad de que siempre es de noche, ya sea por la falta de luz natural en muchos de los campos o por el uso de
capuchas y vendas sobre los ojos de los secuestrados. El tiempo se estructura de maneras extrañas, que dependen de los cambios de guardias, de sonidos que se detectan del exterior, de la hora de las comidas, incluso los tiempos biológicos se distorsionan y se violentan en forma permanente. Pero lo verdaderamente dramático es que el ser humano sigue viviendo a pesar de la ruptura con su entorno y con su propia identidad. Definitivamente, la vida es algo más que un hecho biológico. La vida tiene que ver con aquello que forma parte de nuestra vida. Cuando se rompen todas las pertenencias personales, afectivas, intelectuales, que forman parte de la realidad de una persona y se sigue viviendo, la existencia cobra un carácter “irreal”. El campo supuso la ruptura absoluta con el mundo que, sin embargo, estaba del otro lado de la pared. Porque las leyes que rigen la vida del campo pretenden hacer otro de ese individuo aislado y derrotado, es decir, de la destrucción del sujeto en sus más diversas expresiones a través de la tortura física y psicológica. Si lo logran, su misión esta cumplida. Por eso, los instrumentos que ayudaron a la sobrevivencia fueron los vínculos afectivos y personales con el afuera.
Esta forma de estado autoritario destruyo una democracia, que si bien fue débil en la historia de nuestro país, nos remite a pensar el presente a través del pasado, para que ese hecho histórico que criticamos y repudiamos no vuelva a repetirse.
Cabe preguntarnos ¿Qué responsabilidad tenemos como ciudadanos, como militantes ante la democracia?, ¿Qué desafíos tiene hoy la democracia?
Nuestra responsabilidad consiste en construir y consolidar la democracia como régimen político, avanzando más allá de las prácticas vigentes y tradicionales, se trata de pensar y repensar en una democracia progresista, a través de desafíos, como son la igualdad política, controlar y regular el mecanismo del capitalismo e introducir en la sociedad principios de equidad, justicia e igualdad en el ejercicio de los derechos políticos, económicos y sociales reconocidos por nuestra constitución, los cuales a pesar de su reconocimiento siguen siendo vulnerados.
Para concretar esos desafíos es necesario reflexionar sobre nuevos espacios de participación donde los valores, la solidaridad, la libertad y la identificación sean colectivos para forjar un sentido de pertenencia; reforzando las instituciones democráticas que apunten a una mejor calidad institucional, suprimiendo las prácticas clientelares, con el objetivo de garantizar los atributos de una ciudadanía plena.


Juventud Cambia Coronda.
24/03/2012





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